miércoles, 31 de agosto de 2016

Leyenda Urbana: "No enciendas la luz"


Aviso: esta leyenda urbana puede tener variaciones según la zona geográfica, si conoces otra versión compártela en los comentarios.

Laura es una estudiante universitaria normal y corriente, sus notas entran dentro de la media y le gusta pasar el tiempo con sus amigas. Para pagarse la carrera trabajaba de reponedora en un supermercado, el trabajo es bastante duro y suele volver muy tarde a casa, no podía evitar muchas veces bostezar en clase.

Puesto que la universidad estaba bastante lejos de la casa de sus padres decidió alquilar un piso junto a una amiga de la universidad. Su amiga se llama Cristina y vive la vida, digamos, de forma diferente a Laura. Cristina suele salir de fiesta y gastarse el dinero que le dan sus padres mensualmente en chorradas. Pero no por ello es una mala compañera de piso.




Al empezar a vivir juntas acordaron en poner ciertas normas de convivencia, ya que el piso era bastante pequeño tenían que compartir muchas habitaciones como el dormitorio o el cuarto de baño. Las normas eran las típicas: limpiar lo que ensucies, cerrar al salir, mantenerlo todo recogido.

A las 2 se les ocurrió una norma muy graciosa: esta consistía en que en el caso de traer a una pareja para mantener relaciones sexuales, se debería atar al picaporte un cinturón para alerta a la otra de ello, ya que como recordarás compartían cuarto.

Este había sido un día muy duro, Laura estaba molida. Ella pensaba mientras subía a su piso: "cuando llegue me voy a dejar caer en la cama directamente". Entró y cerro la puerta por dentro, dejó su abrigo en la percha y fue a la nevera a por un refresco. Mientras se lo bebía escuchó jadeos en su dormitorio. Al principio se extrañó, pero después vio la chaqueta de cristina en una de las sillas. Después comprobó el picaporte y pensó: "vaya, vaya, se ha traído un amiguito y ni siquiera a puesto el cinturón en el picaporte, las normas no van con ella al parecer".

Estaba demasiado cansada como para esperar a que la parejita terminara de hacer sus cosas, ya que los gemidos continuaban y no parecía que fueran a acabar pronto. Se puso el pijama y sin encender la luz siquiera entró al cuarto susurrando:

-Tranquilos, vosotros a lo vuestro. Yo me pongo el mp3 y como si no estuviera.



Al día siguiente se despertó, le dolía la cabeza por escuchar música hasta tarde con el mp3, a Cristina le iba a caer una buena charla sobre las normas. se dio la vuelta y se sentó en la cama. Pero al levantar la cabeza vio una escena que la perseguiría por siempre.

La cama de su amiga estaba cubierta de sangre, aquello era una carnicería, pero lo peor fue lo que había escrito en la pared con sangre:
"¿A que te alegras de no haber encendido la luz?"

Informe del forense:
-17 puñaladas.
-Extremidades amputadas.
-Mordiscos en pechos y mejillas.
Causa de la muerte: estrangulada con su cinturón.

Nota: no metas en tu casa a personas que acabas de conocer y menos en solitario, se prudente. Recuerda cumplir las normas, Cristina no lo hizo.

lunes, 22 de agosto de 2016

Leyenda Urbana: "El abrigo"

Aviso: esta leyenda urbana puede tener variaciones según la zona geográfica, si conoces otra versión compártela en los comentarios.

Nuestro protagonista se llama Daniel y recordará lo que le pasó hasta el fin de sus días. Él es un joven normal que al acabar sus estudios empezó a trabajar en un pequeño taller de mecánica, tiene un piso, un perro... Todo en su vida es bastante normal, ojo digo normal que no aburrido, tiene intereses como la pesca, el cine, salir con los amigos...

De salir con los amigos va la historia precisamente, un viernes por la noche quedó con los amigos en el bar de siempre. Siempre solían hablar de sus vidas, reírse, beber... y oye, si surgía algún ligue correspondido, ¿Quienes eran ellos para decir no al amor?

Esa noche fue bastante tranquila, el bar estaba casi vacío y Daniel veía como sus amigos se iban a casa de uno en uno; así que él también decidió irse, se puso su abrigo rojo chillón y se dirigió hacía su moto en la entrada.



Pero algo llamó su atención, junto a la carretera había una chica. Aquella chica era bastante guapa, llevaba un vestido blanco de tirantes y parecía tener frío.

Daniel sintió un gran impulso por conocerla, debía decir algo rápido o quizás no volvería a verla.
-Hola, ¿estás sola?
-...
-Esto... ¿No tienes frío? Toma, te dejo mi chaqueta.
-Está bien...
-¿Vienes mucho a este bar? Si quieres nos podemos tomar la última, yo invito...
-No, gracias. tengo algo de prisa.
-¿Te vas a tu casa? Si quieres te puedo acompañar, no sea que aparezca algún delincuente y te haga daño. Tengo aquí la moto.
-Está bien, pero prefiero caminar, no me gustan las motos.
-No hay problema. Oh, por cierto, me llamo Daniel, ¿y tú?
-Natalia.

Daniel no cabía en su alegría, no solía ser muy popular con las chicas pero Natalia parecía simpática. Quizás si le demostraba que era un buen tipo podía llegar a interesarse en él.

A los 10 minutos llegaron a una casa que estaba junto a un parque, en las demás casas no habían luces ya que era muy tarde. Ella se paró en la entrada del jardín y le hizo con la mano un gesto de despedida a lo que le siguió una tímida sonrisa.

Daniel se sentía en el paraíso, le había sonreído, esa era una verdad como un templo, ¿Le habré gustado también? Pero espera un momento... vaya cabeza la mía, no le he dicho que me devolviera la chaqueta. Aunque eso sería una buena escusa para volver a hablar con ella. Mañana volveré al bar y con un poco de suerte volveré a verla y se la pediré. Seguro que acabo de gastar la suerte de todo el mes, ¡Que digo! De todo el año. Daniel se montó en su moto y volvió a casa.

Al día siguiente se quedó hasta el cierre del bar, le preguntó al dueño y a los camareros si la habían visto, siendo sus respuestas negativas decidió ir a verla a su casa, puede que fuero un poco atrevido por su parte pero necesitaba verla.

Recordaba perfectamente la dirección, aparcó la moto en la entrada del jardín y fue hacía el timbre. Al momento una señora de 40 y tantos le abrió la puerta y le increpó por la hora que era, pero finalmente decidió escucharle:

-Siento la hora que es señora, pero anoche conocí a su hija y la acompañé hasta aquí, le dejé mi abrigo y por descuido mio no le pedí que me lo devolviera...
-¿¡Esto es una broma!?
-¿Perdón?
-Si es una broma es de muy mal gusto, si no te vas llamaré a la policía.
-Le juro señora que no es ninguna broma, anoche acompañé hasta esta casa a una chica de pelo castaño y ojos grandes, vestía un vestido blanco de tirantes...
-Mira joven, te digo que es imposible. Esa chica que describes es mi hija que murió el año pasado en un accidente de coche.
-Lo siento pero no me lo creo, le dejé mi chaqueta y hasta se despidió de mí, ¿Es que no quiere verme? Si es eso, dígamelo y me iré sin molestar...
-Acompáñame.

Daniel no entendía nada, ¿Por qué no quería verlo? ¿Había hecho algo malo? Mientras seguía a aquella señora no podía evitar sentirse mal. Pronto llegaron a un gran cementerio, tras cruzar un par de pasillos llegaron a una pequeña tumba situada en el suelo.



Daniel se quedó petrificado, sintió un miedo que no había sentido nunca. ¿Por qué os preguntareis? Muy fácil, en la lápida ponía Natalia y sobre ella estaba su inconfundible chaqueta roja.

Nota: siempre que salgáis con un amigo o amiga intentad acompañarlo hasta su casa, seguro que os lo agradece.


lunes, 8 de agosto de 2016

Leyenda Urbana: "¿Aprobada?"

Aviso: esta leyenda urbana puede tener variaciones según la zona geográfica, si conoces otra versión compártela en los comentarios.

Elena es una chica normal de 15 años y le gusta hacer cosas propias de adolescentes de su edad: pasar tiempo con los amigos, hacer deporte, leer...

¿Y como le va el instituto? Pues bien, Elena es una alumna modelo, saca buenas notas gracias a su esfuerzo y eso a su padre le hace sentir orgulloso.

¿Quien es su padre? su padre es un famoso empresario, que pensando en el futuro de su hija la mandó a estudiar a un internado de gran renombre.



Todo parecía perfecto, pero pronto las cosas tomarían un giro inesperado. En el internado a Elena las cosas no le iban muy bien que digamos, los materias eran muy duras y conseguía aprobarlas casi siempre por los pelos.

¿Qué estaba pasando? El problema eran los cambios en la vida de Elena: un sitio nuevo, profesores nuevos, gente nueva... esto a Elena le creaba un gran estrés.

Tan mal iba la cosa en una de sus materias que la tuvo que jugar a un solo examen para sacar las asignatura y encima era de recuperación, no podía fallar. El examen constaba de 4 ejercicios, 3 normales y una más difícil que prácticamente decidía el aprobado.

Elena casi no había dormido aquella noche, en el desayuno casi no había probado bocado. Horas antes del examen se la veía por los pasillos memorizando fórmulas y definiciones para el examen. El momento había llegado era un todo o nada. ¡Suerte Elena!

Elena salió del examen con buen sabor de boca, no había ido tan mal. "Al menos me aseguro el 5" pensó mientras iba tranquilamente a su cuarto. Aquella misma tarde dieron los resultados. El examen estaba bocabajo en su pupitre.

¿Qué pasó?¿Aprobó? Elena le dio la vuelta a su examen, vamos a ver: el 1 está bien, el 2 a medias, el 3 perfecto, veamos el 4... No podía ser, el ejercicio cuatro era un completo caos de tachones y notas puestas en rojo por el profesor. No había aprobado.

¿Qué iba  a decir su padre? Elena sentía vergüenza, no sabía que hacer. Solo se le ocurrió una cosa.

Sacó de su estuche 2 lápices bien afilados y se los metió en la nariz, acto seguido se agarró al pupitre, respiró profundamente y propinó un cabezazo en el pupitre.



La historia se hizo famosa en todos los institutos. Lo irónico del asunto es que el examen se volvió a resisar y adivinad, si, Elena había aprobado.

Nota: No comprometas tu salud por logros académicos, esfuérzate y recibirás recompensas por ello. Mucha suerte a los que tienen exámenes cerca y no seáis como Elena.